RAMIRO CARRILLO
El pasado martes
3 de enero se hizo pública la carta con que la dirección del Musée Rodin de
París comunicaba su renuncia a seguir adelante con el proyecto de instalar un “museo
internacional” en Santa Cruz de Tenerife, provocando la “paralización” del
proyecto por parte del Ayuntamiento.
La decisión de
la institución francesa parece zanjar la polémica que se había suscitado, al
menos por el momento. Pero creo que también supone un balón de oxígeno para el
equipo de gobierno del Ayuntamiento, al darle una salida a la difícil situación
en que había quedado, obligado, por lógica política, a seguir adelante con un
proyecto en el que tenía ya poco que ganar y bastante que perder. La renuncia
del Musée Rodin permite al consistorio recuperar la iniciativa en el relato:
ahora que, supuestamente, el “museo” no se hará realidad, pueden seguir
manteniendo, sin coste político, que era un magnífico proyecto cultural para la
ciudad, y presentar la “oportunidad perdida” como resultado del “boicot” de la
oposición y de “una parte” del sector cultural. Además, reaccionando con
admirable rapidez, José Manuel Bermúdez anunció el mismo día que su equipo abrirá
“un diálogo con el sector de la cultura en Santa Cruz” para sustituir el
proyecto del “museo” por otro que les permita “seguir realizando cuestiones que
tienen que ver con el mundo de la cultura”. Así que todo parece haber salido
bien, tanto para los sectores críticos, que han conseguido la paralización del
proyecto, como para el Ayuntamiento, que sale airoso del affaire y con la oportunidad de poner en marcha un proyecto alternativo
que sea interesante culturalmente.
El desbloqueo
de la situación hay que agradecérselo a la institución francesa, que, ya sea
por su propia iniciativa o de manera pactada con el Ayuntamiento, ha sido
sensible al malestar expresado por el sector cultural tinerfeño. Hay que
valorar y agradecer su decisión de desmarcarse del proyecto; no solo ha sido
decente, y creo que también inteligente, sino muy generosa, habida cuenta de
que tenían comprometidos unos sustanciosos ingresos con la venta de sus esculturas.
Lo que no es
tan de agradecer es el insufrible paternalismo que destila la carta. Partiendo
del habitual peloteo protocolario (Santa Cruz de Tenerife es “una de las
principales ciudades de España”, “abierta, hermosa” y con “un gran potencial
para emprender proyectos”), se insiste en las enormes ventajas que ofrecía para
nuestra ciudad y nuestra cultura la creación de “una importante colección
museística”, concretada en un “museo plenamente independiente y canario” que, atención,
“contemplaba también la creación de un espacio para la presentación de artistas
canarios”. La intención de la institución francesa era “ayudar” a nuestra
ciudad a “construir una colección propia y singular”. Ese “ayudar” significaba,
resumiendo, vender al Ayuntamiento piezas de la “marca Rodin” por los
consabidos 16 millones de euros, para construir un museo en Canarias donde se
permitía exponer, en una de sus salas, a los “artistas canarios”.
Pero, ¡ay!, por
desgracia, actualmente “no se dan las condiciones” para que Santa Cruz de
Tenerife pueda recibir esa ayuda y “albergar un proyecto museístico
internacional”. ¿Y por qué no se dan estas condiciones? Pues porque “una parte
del sector cultural, académico o político” ha hecho declaraciones “mentirosas o
como mínimo mal informadas” que atacan a la institución parisina y a la obra de
Rodin. Es decir, como algunas personas nos hemos portado mal y hemos dicho
mentiritas, por ese motivo nuestra ciudad ahora no merece un museo
internacional. Lo dicho: un paternalismo insufrible.
Evidentemente,
el objetivo de la carta del Musée no es hacer autocrítica, sino poner su imagen
a salvo de una polémica que había traspasado ya el ámbito local, buscando una
salida digna para su institución al tiempo que minimiza la importancia de las
voces críticas. En ese sentido, el tono de la carta roza lo cómico cuando se
desmarca del proyecto negando que haya motivos para desmarcarse del proyecto.
Sin embargo,
supongo que a nadie se le escapa que ningún proyecto de este alcance se paraliza
solo porque algunos haters digan
mentiras en las redes o en los medios. Todo lo contrario: un proyecto tan
importante se paraliza cuando hay motivos para ello. Eso que tanto el
Ayuntamiento como el Musée insisten en considerar “una parte del sector
cultural” es, en realidad, la gran mayoría del sector cultural de Canarias, al
que se sumaron muchas de las voces más autorizadas de las artes visuales a
nivel nacional. Al hablar de “declaraciones mentirosas o, como mínimo, mal
informadas” se refieren a un conjunto amplio de argumentos, en general más que
sensatos, expuestos por diversas voces críticas que han cuestionado la
conveniencia del proyecto, denunciando, entre otras cuestiones, su falta de
rigor museístico y cultural. Tachar esos argumentos genéricamente de mentiras
es una frivolidad inaceptable. Parece evidente que algo de razón, o quizás
mucha, habrán tenido las voces críticas, si tenemos en cuenta el alcance que ha
tenido la polémica, una dimensión ciertamente insólita en asuntos culturales
locales, hasta el punto de que el Musée Rodin ha visto comprometida su imagen.
De no ser así, tengan por seguro que el proyecto del “museo” Rodin seguiría
adelante.
Por su parte,
la postura pública del Ayuntamiento está perfectamente alineada con la de la
institución francesa: paraliza el proyecto afirmando que no hay más justificación
para paralizar el proyecto que la propia renuncia del Musée, igualmente
injustificada. A mi modo de ver, tampoco cabe esperar autocrítica de José
Manuel Bermúdez y su equipo: políticamente, no es rentable reconocer errores; lo
que toca ahora es minimizar los daños de la metedura de pata y aprovechar con
rapidez la oportunidad que se les abre para hacer algo mejor. De ahí la
urgencia por anunciar un “diálogo con el sector cultural”, lo cual, salvo por
las prisas, que son siempre malas consejeras, es una estupenda noticia.
Ahora bien, todas
y todos sabemos que el “sector cultural” no es un bloque homogéneo con
intereses similares. De hecho, es todo lo contrario: se trata de un sector
atravesado por profundas diferencias no solo políticas, sino artísticas e
intelectuales; de ahí lo insólito del extraordinario consenso que el proyecto suscitó
en su contra. El mundo de la cultura, con escasas excepciones, rechazaba el
“museo” Rodin, pero sobre lo que se haga en su lugar no hay consenso alguno,
sino tantas ideas como mentes pensantes. De ahí que la responsabilidad del
próximo proyecto estará de nuevo en el Ayuntamiento, porque será de nuevo el
fruto de sus decisiones políticas, expresadas tanto en las directrices y
objetivos que se marquen, como en la elección de las personas o instituciones
concretas del sector cultural con las que va a “dialogar”. Esto no puede ser de
otro modo: como es lógico y normal, corresponde al equipo de gobierno municipal
establecer la política cultural que debe desarrollar el Ayuntamiento.
Por eso es tan
importante, para los intereses de quienes amamos la cultura, la forma en que el
equipo de gobierno municipal haya podido recibir y digerir las críticas
recibidas. Si el consistorio ha entendido, ha asumido, o siquiera ha
reflexionado, al menos algo de lo que se ha dicho sobre el “museo” Rodin, se
abre una oportunidad de oro para poner en marcha un proyecto realmente ilusionante
para el fomento de la cultura en nuestra ciudad. Por el contrario, si hemos de
creer a sus declaraciones públicas y el equipo municipal de verdad piensa que
todo lo dicho han sido mentiras o declaraciones “mal informadas”, si realmente no
han entendido nada de lo que ha pasado y no se han enterado de lo que estaba
mal en su “museo”, mucho me temo que lo que saldrá de este desastre como nuevo
proyecto vaya a ser algo igual de lamentable.
Ahí está el
dilema ahora mismo. Pero estamos a principios de enero, época de propósitos de
año nuevo: esperemos que de todo este enredo salga algo bueno para las artes y
la cultura en Santa Cruz de Tenerife.