RAMIRO CARRILLO
La broma del
título es de Carlos Jiménez. Aunque más que una broma, es un mantra perfecto
para expresar los motivos por los cuales el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz
de Tenerife sigue adelante con el proyecto del Museo Rodin.
Hace unos días,
el Ayuntamiento aprobó el contrato para adquirir las esculturas del futuro
museo. (https://www.eldiario.es/canariasahora/tenerifeahora/santa_cruz/ayuntamiento-santa-cruz-tenerife-aprueba-pagar-16-millones-replicas-rodin_1_9807564.html). La
respuesta del consistorio a las voces críticas que han surgido por todas partes
en las últimas semanas, supongo que no sorprende a nadie, ha sido hacer oídos
sordos y aumentar su apuesta. Adelante con todo, por Thor y por R-odin.
Sin embargo,
ha habido un cambio en el argumentario, un cambio leve pero interesante, que parece
indicar que el Ayuntamiento quiere guardarse las espaldas ante la eventualidad
del fracaso económico del proyecto. Ahora el Museo Rodin es “solo una pieza más
de un gran proyecto de recuperación del patrimonio chicharrero”, es decir, se
enmarca dentro de un proyecto más amplio de rehabilitación de edificios
históricos de la ciudad. Además, se pone énfasis en que el proyecto es una
inversión en patrimonio, ya que las obras adquiridas “no van a perder valor
jamás y son propiedad municipal”.
Esto último es
significativo: en el estudio de viabilidad se señalaba que las perspectivas
económicas del proyecto eran extraordinariamente favorables, pero que, por si
acaso, había un “plan B”, que cito textualmente: “en el caso (improbable) de
que el proyecto obtuviese malos resultados, las obras son de la ciudad y, por
tanto, podrán venderse (y recuperar la inversión), alquilarse o cederse a otros
espacios”. El argumentario del Ayuntamiento ya no insiste tanto en el A y, en
cambio, empieza a hablar del plan B. El negocio tiene cada vez peor pinta.
Lo
que sí se sigue manteniendo es la inmensa trascendencia internacional del
proyecto. El Museo Rodin, se dice, “nos convertirá, sin duda alguna, en la
capital de la escultura de todo el Estado español y una de las más importantes
del mundo”.
Sin
duda alguna, dice. Esto es una broma aún mejor que el título de este texto,
solo que una broma de 16 millones de euros. Quizás, por R-odin, el verdadero proyecto
sea que Santa Cruz figure en el Guinness por tener la broma más cara del mundo.
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