15.12.11

HABACUC: ¿MATARIFE o NARCISISTA?.

MARIA JOSÉ DOMÍNGUEZ


Para que una obra tenga valor artístico, es necesario que, en primer lugar, tenga valor moral.

Una obra de arte es un acto esencialmente comunicativo, que funciona dentro de la sociedad. No es un acto privado, sino público, por lo tanto, es lo público lo que define su contexto moral, al igual que define su marco legal. El valor moral no presupone valor artístico, pero el valor artístico sólo puede tener un contenido social en la medida en que acate los consensos morales sobre los que hemos constituido nuestra convivencia, puesto que al arte no le corresponde un estatus moral independiente, que le sitúe por encima del bien y del mal.
En sus manifestaciones, el arte puede utilizar diferentes recursos retóricos: la crítica, la protesta, la afirmación, la ironía, la reivindicación…, incluso la transgresión, siempre dentro de unos límites que respeten, al menos, algunos derechos, básicos y fundamentales, como el derecho a la vida, a la libertad, o a la dignidad de las personas y de los seres vivos.
Habacuc, con su instalación, supuestamente pretende condenar lo sucedido dos años atrás a Natividad Candas, y reprobar la impasibilidad de la sociedad ante situaciones similares a aquella.


El medio que usa: la exhibición de crueldad contra un animal.

Tal vez la intención fuera buena, pero ¿logra su objetivo? ¿Remueve la conciencia social? ¿Han desaparecido los perros abandonados y hambrientos de las calles? ¿Natividad Candas ha vuelto a la vida?

Mi respuesta a todas estas preguntas es NO.

Era de esperar, todos los días se exponen “obras de arte” por televisión, donde vemos masacrar a pueblos enteros, en nombre de una religión (o de una multinacional), o guerras programadas, que se justifican con mentiras evidentes, que nadie se molesta en destapar. No reaccionamos, seguimos, cada vez más, mirando hacia otro lado. ¿Acaso esperaba Habacuc conseguir más con su obra?

Puede haber quien opine que el tema sí que ha ayudado a remover la conciencia social, y que tal vez exista una persona, en algún rincón del planeta, que, conmovido por el asunto en cuestión, haya encontrado un perro enfermo en la calle y se lo haya llevado a casa. Pero eso no nos ha llegado, no ha servido de patrón de conducta, mientras que el ejemplo ofrecido por Habacuc nos ha enseñado a hacer un nudo marinero con el que amarrar a un pobre animal indefenso, bajo la legitimidad que, supuestamente, da la cultura.

En mi opinión, la única reacción significativa que se ha desatado, ha sido la crítica contra el autor y su acción, pero no ha logrado nada más, todo sigue igual, aparte, eso sí, de que ahora mucha gente sabe quien es Habacuc. Lo que ha conseguido realmente es hacerse notar a nivel mundial. (Resultado: Beneficio social 0. Beneficio propio 1).

Para poder emitir un juicio de valor, más objetivo, sobre los hechos, sería necesario conocer el trato que, realmente, recibió el protagonista de la exhibición y cual fue su destino final. Pero el autor prefiere ocultarse en la ambigüedad, y creo que éste es su mayor acierto, por no decir el único, puesto que con la duda en el aire, la repercusión mediática es lo suficientemente intensa como para conseguir sus estrategias, sean cuales fueren.


En cualquier caso, si la clave moral del asunto es lo que ocurrió en verdad con el perro, esto nos coloca en una tesitura:

-Si el perro fue condenado a pasar hambre y finalmente murió, la obra sería una muestra cruel e innecesaria de maltrato animal, lo cual es, a todas luces, inmoral, por lo tanto no tendría ningún valor artístico.

-Si el perro fue alimentado y escapó, Habacuc es un farsante, y la obra no es más que una instalación cutre que transmite un mensaje dudoso y utiliza medios inapropiados, por lo tanto, como mucho, resultaría ser un arte muy malo.

Vistas las dos posibilidades, la conclusión es que el hecho de que el pobre perro muriera o no, no altera significativamente el valor artístico-moral de la obra, aunque sí cambiaría el concepto que puedo tener del autor. Me falta, por tanto, resolver esta cuestión: ¿qué es Habacuc? Aprovecho los calificativos que le atribuyó Rosa Montero, para concretar la pregunta: Habacuc, ¿matarife o narcisista patológico?

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